¿Por qué una historia LGBT? #LGBTHISTORYMONTH

Octubre es el mes de la historia LGBT, movimiento que surge en Estados Unidos en 1994, aunque en Gran Bretaña se celebra en febrero desde 2005 como conmemoración de la abolición de la Enmienda 28, que prohibía, de forma resumida, la promoción intencionada de la homosexualidad y la enseñanza de la aceptabilidad de esta. Esto, obviamente, se extrapoló a todo el colectivo LGBT.

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Hay una página web oficial para este evento y debéis seguirla: LGBT History Month

 

Como proyecto de historiador no puedo permitir que pase este mes sin dejaros muchas entradas (todas las que la carrera me deje) sobre este tema.

¿POR QUÉ HISTORIA?

Esta primera entrada es en realidad una introducción. Supone responder a una pregunta que no es la primera vez que se plantea: ¿por qué la historia? Miles, si no millones,  de alumnos en el instituto la han hecho ya cuando les ha tocado aprenderse las características básicas de la sociedad del Antiguo Régimen o las fases de la Revolución francesa. ¿Por qué la historia?, se han preguntado también cientos de historiadores y filósofos de la historia a lo largo del desarrollo de estas disciplinas incluso antes de que tomasen una forma puramente científica.

La opción de «porque me gusta y ya» suele quedar bastante descartada, pero, la verdad, es que este es mi mayor impulso. Dentro del capitalismo la opción de hacer algo porque sí y punto queda bastante descartada, hay que buscarle una utilidad, una funcionalidad que haga rentable el gasto.

Si tiramos por esta utilidad, no podemos olvidarnos de la clásica (nunca mejor dicho) magistra vitae, doctrina impulsada por la historiografía del mundo clásica y nombrada por el orador Cicerón: debemos conocer la historia para evitar caer en los mismos errores de aquellos que nos antecedieron. Esta explicación tenía mucho más sentido en el concepto del tiempo grecorromano como un círculo infinito destinado a repetirse.  Si el tiempo va a repetirse, debemos saber qué pasó para no caer en el mismo error.

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El Uróboros es quizá la mejor representación visual de este concepto: el tiempo eterno, el eterno volver, el esfuerzo eterno.

Esta posición de la historia le da un cierto carácter adivinatorio y parte de una concepción universalista de la humanidad y del tiempo. Ante esto, Concha Roldán afirma en su libro Entre Casandra y Clío que el valor del historiador y del filósofo de la historia es hacer una historia que nos permita ver cómo debería ser o no el futuro y no cómo será. Así, retoma el magistra vitae, pero con con un matiz: debemos hacer una crítica del pasado para traerla al presente y buscar un futuro mejor.

Otra posición sobre la búsqueda de un motivo para estudiar la historia es porque forma quienes somos. El presente viene definido por el pasado. Entender el pasado es, en cierto modo, entender el propio presente o al menos sus orígenes y por qué es como es.

¿Qué pasa con nosotros? ¿Dónde hemos estado las personas LGBT en la historia? ¿Debemos interesarnos por nuestra historia? Primero, quiero que quede claro que siempre ha habido personas LGBT, aunque hablar de ello con la terminología contemporánea pueda ser caer en una serie de anacronismos, como afirma Juan Pedro Navarro en su artículo en Nueva Revolución (Os recomiendo muchísimo este artículo). La historia LGBT tiene una matiz añadido: nos permite vernos reflejados. Si desde pequeño se nos enseña que somos normales, que siempre hemos existido y que no hay nada malo en ello, es algo que normalizados y nos ayuda a evitar el (casi) trauma que puede suponer «salir del armario con nosotros mismos».

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Miguel Angel Buonarroti, bisexual king

Entonces, ¿el principal motivo para hablar de historia LGBT es por las propias personas LGBT en el presente? No. Por supuesto que es importante  dar visibilidad a nuestra historia como colectivo con fines activistas y de autorreconciliación, pero con ello se nos olvida un factor muy importante: el trabajo del historiador.

No voy a entrar de forma extendida en cuál es la labor del historiador o la metodología porque no es el lugar ni el momento. Pero sí que voy a afirmar sin duda alguna que uno de los objetivos del historiador debería ser dar voz a aquellos que han sido callados por el tiempo, no de forma individualizada, sino colectiva por ética de trabajo y porque ellos formaron y forman parte de las sociedades y no son elementos aislados. No se puede entender el completo de una sociedad sin entender a las mujeres, las minorías raciales, religiosas… o sexuales (Teniendo siempre en cuenta que no están establecidas como sexualidades, al menos en occidente hasta prácticamente el siglo XIX).

HISTORIA DE GÉNERO, HISTORIA DE MUJERES E HISTORIA LGBT

¿Dónde queda la Historia LGBT en la historiografía? Debido a las características del colectivo, su lugar es dentro de la Historia cultural y de género, mal entendida en muchos casos como Historia de las mujeres por la asociación automática de género con mujer y no con toda la estructura social, cultural y política que implica. El (cishetero)patriarcado crea un sistema en el que la familia tradicional adquiere un carácter casi sagrado, en algunas épocas hasta sagrado, y crea unos caracteres de género en forma binaria y con una supuesta fundamentación biológica. La historia de género no debe recoger solo la historia de las mujeres (que por supuesto y es muy importante por la invisibilización sistemática que se ha dado en el discurso tradicional), sino que debe recoger todas las formas en las que se dan estar relaciones en el patriarcado y todas las disidencias.

En la Edad Antigua Clásica, con sus famosa «homosexualidad bien vista». Entre comillas porque estaba solo dirigida a un sector de la sociedad, con un marcado contenido de violación, pedofilia y muchos historiadores afirman que habría una clara polarización social entre la persona activa, siempre el adulto, de mayor condición, y la pasiva, de condición inferior. Entonces, ser penetrado era considerado como algo inferior, negativo. Por otro lado, en el caso de las mujeres, a pesar de la famosa Safo de Lesbos (de la que os prometo que habrá una entrada), en líneas generales las relaciones sáficas eran consideradas más como un vicio o una excentricidad de la naturaleza que como algo positivo. El matrimonio se seguía entendiendo entre el hombre y la mujer y muy pocas veces aparecen relaciones entre personas del mismo género en edad adulta (Siempre está la excepción que rompe la regla, como Patroclo y Aquiles).

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El panorama cuando se te muere el novio

En la Edad Media, Moderna y gran parte de la Contemporánea, ser homosexual, bisexual o transgénero dentro de la sociedad occidental no era algo contemplado, eran pecados. Estaba lo correcto, lo que venía de la gracia de Dios porque permitía la vida y estaba el pecado, estas disidencias de la norma. El concepto de sexualidad como tal no vendría hasta prácticamente el siglo XIX.

En estos casos hablamos sobre todo de sexualidad, pero ¿dónde quedan las personas trans? Ellas tienen que enfrentarse a un triple problema: invisibilización dentro de los estudios sobre la historia LGBT, dificultad en las fuentes y dificultad por la comprensión y la percepción del género en sí mismo por las personas del momento. ¿Esto hace que no hubiese personas trans? No, querido amigo de internet. Es cierto que el término «trans» no existía igual, pero sí que existieron individuos que demostraron los mismos anhelos que personas trans a día de hoy

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Sé que no he tratado demasiado la historia más reciente del colectivo, pero creo que es una obligación meter una mínima referencia a Marsha P. Johnson, una de las mujeres trans que participaron en las revueltas de Stonewall.
PD: Miradla que reina bebiendo agua en una copa.

A MODO DE CONCLUSIÓN: ¿UNA HISTORIA LGBT?

Hablar de Historia LGBT de forma aislada puede ser muy problemático porque puede llevarnos a caer en las parcialidades a la hora de explicar la realidad, pero, a fin de cuentas, es, en cierto modo, lo que hace casi cualquier división de la historia: historia económica, política, cultural… se busca estudiar una parcialidad, en ocasiones porque se cree que es lo que determina la sociedad, en ocasiones porque nos resulta más interesante, en ocasiones porque es imposible abordar la totalidad de la existencia de una sociedad.

Por tanto, se debe entender este tipo de historia como parte de un todo interconectado. Así no se puede entender la historia de las mujeres sáficas sin entender el resto de elementos que pueden afectar: la historia de las mujeres, la política, lo social, la religión… Todo el contexto histórico.

La historia LGBT, al igual que la historia de las mujeres, la historia decolonial… tienen un valor añadido al puramente histórico: son historia con valor reivindicativo. La historia debe ser puesta en valor para el presente y ser puesta al servicio de la sociedad. Un sector de la sociedad presente reclama verse y demostrarse en el pasado, su existencia en el relato histórico va más allá del desarrollo correcto del historiador, tiene una función social como parte del activismo LGBT.

¿Historia LGBT? Sí. Porque hay que dar voz a los silenciados, porque somos parte de ella, porque supone un grito: ¡aquí hemos estado! y por valor histórico.

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¡Esto es todo! Sé que se ha quedado una entrada algo densa en algunos aspectos, aunque he intentado resumirla lo máximo posible. Hay muchas cosas que se quedan en el tintero y puede haber uno y mil errores.

Espero que os haya gustado y os quedéis a ver lo que hay por venir.

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